La Venus del espejo de Velásquez (realizada aproximadamente en 1648). 122 x 177 cm.
La taumaturgia pictórica continúa en Con-Fabulación encontrando una enorme acogida entre nuestros lectores, pues merced a esta traducción de estéticas, algunas obras paradigmáticas del erotismo mundial comienzan ya a respirar en otras atmósferas, en otros tiempos y latitudes.
Después de las versiones de Esparza, Alcántara Herrán y Loochkartt, le corresponde esta semana el turno —para propagar sus obsesiones— a Fernando Maldonado, un talentoso y fiel confabulador, que se ha nutrido del surrealismo y del expresionismo, y quien es seguido con pasión por las nuevas generaciones que comienzan a hollar el peligroso camino del arte.
Maldonado, nos ofrece aquí La Venus de la Pantalla, en homenaje a la Venus del espejo (conocida como The Rokeby Venus), pintada por el genial Diego Rodríguez de Silva y Velásquez (1599 –1660), seguramente inspirada en la escultura romana el Hermafrodita dormido, argumento que nos lleva a la conclusión de que el arte es casi siempre un juego de espejos, una interpretación de una interpretación, y que la lúdica propuesta por nuestro periódico bebe en el origen mismo de todo acto creativo.
Es pertinente recordar además que este hito de la pintura realizado en 1648, que se encuentra actualmente en la Galería Nacional de Londres desde que fuese adquirida por el rey Eduardo VII, y que sufriera un atentado con hacha en 1914, lleva más de tres siglos perturbando a los contempladores que se abisman ante su poderío erótico, y sucumben ante la condición visionaria de Velásquez que lo obligó a crear aquella ondulante mujer de belleza contemporánea, que muchos reconocen como uno de los más provocadores desnudos del arte.
La Venus, con una cámara en reemplazo de Eros, encuentra aquí, en la visión del pintor bogotano, su renovado camino en la postmodernidad.