Bolívar, el calvo - Crónica


Por Javier Osuna Sarmiento
Rash (SkinHeads Rojos y Anarquistas)
Rash (SkinHeads Rojos y Anarquistas) es un movimiento SkinHead de ideas políticas y sociales de izquierda anarquista. Nació como una asociación internacional sin ánimo de lucro en Nueva York, en el año 1993. La mayoría de sus integrantes son de extracción proletaria aunque existen excepciones de jóvenes procedentes de la burguesía. Comparte los ideales de lucha sindical y obrera que nacen al este de Londres en los años 60, pero también aglutina diferentes sectores culturales como los Rude Boys y los Streets Punks, entre otros.
Esta notable crónica de Javier Osuna, Premio Simón Bolívar de Periodismo, pertenece al libro Tribu capital (publicado por la Fundación Fahrenheit 451) de reciente aparición.

SkinHeads Socialistas y también Anarquistas desde el 93, unión, acción e información todo empezó en los Estados Unidos exactamente en Nueva York cuando la mediocridad, tenía que acabarse.
R.A.S.H United, El Faro
  
Es 15 de abril de 2011, 5:00 p.m. Un ejército de 700 jóvenes tiñe de rojo y negro las calles de Bogotá. En cuestión de minutos la Plaza de Toros se convierte en epicentro de arengas y consignas revolucionarias; enormes pancartas acompañan los pasos nerviosos de los peatones que abandonan sus lugares de trabajo sin sospechar encontrarse frente a frente con una marea interminable de cabezas rapadas.
Las calles de la capital, antes bulliciosas entre los pitos y gestos apurados de la multitud, contemplan en silencio una hilera interminable de banderas con tres flechas hacia la izquierda que rescatan los ideales de la Francia democrática. Escuchan sigilosos el eco coordinado de cientos de botas industriales con cordones rojos que crujen contra el pavimento mojado.
“Libertad, Igualdad, Solidaridad”, grita el pelotón convocado por la Coordinadora Antifascista de Bogotá, un ente irregular que reúne desde hace siete años a diferentes organizaciones revolucionarias de la ciudad que decidieron unir fuerzas tras ser convocadas por la Rash (Red & Anarquist SkinHeads. En español, SkinHeads Rojos y Anarquistas).
Seis agentes de policía esperan justo delante de los manifestantes en medio de una incesante brizna aferrados a sus motos; tras una larga espera logística que nada tiene que ver con miedo, autorizan el inicio de la marcha que comienza su travesía hacia la Plaza de Bolívar interfiriendo el tráfico de la Carrera Séptima.
Contrario a lo que podría pensarse, no se trata de un grupo homogéneo, línea a línea rostros dispares entonan frenéticamente cantos en contra del establecimiento y la injusticia social; entre la masa de manifestantes se encuentran jóvenes con cresta, de pelo largo, con rastas, adultos y ciudadanos comunes, todos simulan el espíritu contestatario que se tomó las calles de Nueva York en 1993 dando origen a este movimiento contracultural en los Estados Unidos.
El movimiento Rash es en esencia un movimiento SkinHead, en tanto comparte los ideales de lucha sindical y obrera que nacen al este de Londres en los años 60, pero también aglutina diferentes sectores culturales de la ciudad en Bogotá como los Rude Boys y los Streets Punks que comparten una ideología de izquierda anarquista.
Algunos rapan su cabeza en señal de solidaridad con el movimiento obrero, reivindicando los valores combativos, antipoliciales, revolucionarios, anticlericales y antiburgueses de la época, pero no comparten los excesos que en 1974 permitieron la satanización del movimiento por incurrir en acciones xenófobas.
Dentro de sus hitos históricos reconocen los levantamientos populares de la Unión Soviética liderados por Vladimir Lenin, los Mapuches en Chile, los movimientos insurgentes latinoamericanos, la Revolución Cubana, el Movimiento 26 de Julio, la Guerra Civil Española con el anarquismo organizado y la Revolución de Mayo del 68 en París; aspectos que los hacen cercanos en materia ideológica a los RedSkins (SkinHeads Socialistas).
Estos hitos internacionales conviven en armonía con íconos de la revolución sindical y campesina colombiana que el movimiento ha adoptado para sí como héroes, entre ellos sobresalen Manuel Gustavo Chacón (1953-1988), miembro del sindicato de la USO (Unión Sindical Obrera); María Cano, en el Partido Socialista Revolucionario (1887-1967); Gilberto Vieira, del Partido Comunista (1911-2000); y Manuel Cepeda de la Unión Patriótica Nacional (1930-1994); la gran mayoría asesinados en medio de turbias circunstancias que no terminan de esclarecerse.
Repentinamente la marcha se detiene, el enorme ciempiés rojo y negro estanca su avance en orden de fila militar ante la vista de los espectadores. Tras unos breves segundos encorva su cabeza en dirección a la fachada de varios edificios bancarios y entona un canto melancólico a los compañeros caídos. Entre el grupo de manifestantes aparece el rostro de María Camila, una hermosa joven de 19 años que grita escondiendo su rostro de facciones finas y ojos claros tras una pañoleta blanca.
Hace tres meses ingresó al movimiento y se encuentra en la fase de premilitancia, una etapa en la que recibirá algunos conocimientos básicos de la organización y, de aprobar los exámenes, pasará a convertirse en militante acoplándose a alguna de las diferentes estructuras de la Rash.
Para ascender en la cadena de jerarquía deberá presentar un examen teórico que consiste en responder de forma oral a algunas preguntas sobre coyuntura, contracultura e ideario político. De igual forma deberá superar un examen físico que consta de un enfrentamiento o combate, una prueba de resistencia física y una de táctica militar.
Los menores de edad que quieran entrar a las JU-RA (Juventudes Rash) como militantes primero deberán pasar por un periodo de instrucción ingresando por un filtro denominado el Frente Antifascista Nicolás Neira (en honor a un muchacho de 15 años que según organizaciones de Derechos Humanos, fue asesinado durante la marcha del 1º de mayo de 2005 por la policía antidisturbios, Esmad). Para los mayores de edad, como María Angélica, el camino será más largo, primero ingresarán al Frente Antifascista Iván Kostolom y después al Frente Antifascista Simón Bolívar.
Por ahora entona orgullosa los cantos con sus compañeros y mira con recelo a todos los curiosos que intentan retratarla en medio de la noche como preguntándose qué hace una mujer tan delicada en medio de un ambiente tan hostil; nadie imagina que al menos dos veces a la semana alterne sus estudios universitarios con práctica física militar y reuniones clandestinas.
La semana pasada asistía en compañía de su novio (desilusión romántica para el cronista) a una clase de instrucción política en la localidad de Chapinero, manteniendo la misma pose tranquila de estudiante aplicada en un estuche salvaje de pelo mitad motilado y tinturado, jeans apretados y una chaqueta de cuero negro. 
A pesar de que son pocas las mujeres que se atreven a ingresar al movimiento Rash, existen unas pocas como Daniela Beltrán que consiguen hacerse con un lugar sólido dentro de la organización compartiendo de igual a igual con sus compañeros como militante.
Su historia es diferente: ingresó a la organización a los 21 años después de hacer parte de diferentes grupos antifascistas de la ciudad y desde entonces coordina acciones de trabajo social del movimiento en barrios populares.
“Que no haya muchas mujeres dentro de la organización es una responsabilidad compartida tanto con las mujeres como con el Estado; porque hoy en día a las mujeres la sociedad las condiciona a tener otro tipo de historia, a ver la vida de otra manera, a ser esclavas de otro tipo de vida”, asegura.
Como jefe de enfermeras de un reconocido hospital de la ciudad, ha tenido que emprender una lucha para que pacientes, colegas y familia no descubran su secreto. A pesar de los tatuajes que recorren toda su espalda y parte de sus piernas, de su extravagante corte de pelo, se esfuerza día a día como cualquier ciudadano por ganar el pan de su familia.
“En otro tipo de sociedad yo debería poder ir al trabajo así, me deberían aceptar tanto mis jefes como mis pacientes. En la parte laboral siempre he tenido muy claro que tengo compromisos económicos, yo tengo un trabajo estable, estudié, me especialicé, pero siempre existe un riesgo de que todo se termine”, afirma.
La marcha continúa, un grupo de jóvenes con radio teléfonos supervisa las condiciones mientras sus compañeros cantan “¡Good night, Good night, White pride, White pride!”.
A la cabeza del ciempiés se encuentra Alex, miembro fundador de la Rash en Bogotá. Desde hace catorce años hace parte del Comité Central, máxima instancia del movimiento, que llegó en la década del ochenta a la capital colombiana importado, paradójicamente, no por jóvenes obreros sino por jóvenes pudientes formados en el extranjero. Ellos se sorprendieron con la estética y disciplina de los primeros SkinHeads, posteriormente los RedSkins y, finalmente, entablaron contactos con miembros del movimiento en Estados Unidos, Francia, España y Puerto Rico para establecer contactos entre sí y adherirse a la Rash United, la Cooperativa Internacional del movimiento que en la actualidad llega a más de 100 países del mundo.  
Camina con paso firme entre sus camaradas con un pantalón ajustado de corte militar, un corte Flat Top y una chaqueta de piloto con capucha; con sus 31 años ha pasado a convertirse en líder de una manifestación que ahora la policía vigila con recelo y tanquetas de agua. Hace apenas algunas semanas alistaba los últimos detalles de la marcha en el Parque de los Novios en un pequeño quiosco guareciéndose de la lluvia.
“¿No comieron?, mejor porque así cantan más duro”, gritaba en aquella ocasión a un grupo de 300 miembros de la Rash que se esforzaban por memorizar a paso de trote las arengas de la marcha bajo un frío atronador. Hoy es diferente, enardecido por la energía de la noche, alienta a sus compañeros a acelerar el paso, sólo tienen permiso hasta las 8:00 p.m. por parte de las autoridades (bien podría ser la una de la mañana según la cara de los policías) y aún falta un trecho largo hasta la Plaza de Bolívar.
  “Un cuadro político o el nuevo hombre, como lo decía el Che Guevara, es una persona que asumió su conciencia de clase y la quiere emancipar; buscamos que todos lleguemos a ser cuadros políticos, es decir que todos seamos líderes, que todos seamos voceros, que todos seamos representantes”, recita a sus compañeros.
El grupo de cabezas rapadas se acerca a la Calle 19; los bogotanos que aún no entienden lo que ocurre, o que trabajan más de lo que deben, pasan de alegrarse inicialmente con el Septimazo inesperado a encontrarse de frente con el sonido atronador de una Carrera Séptima que parece engullirlos, con todo y libros, con todo y películas piratas, con todo y a todos.
Sorpresivamente el ciempiés decide acurrucarse por un momento sobre el pavimento húmedo. Rodilla (izquierda) al piso en posición de espera, preparando un último embate que retruene en las oficinas del Congreso de la República, en la Casa de Nariño, en la Alcaldía. Parte de su cola atraviesa imponente las oficinas de Citytv de las que ningún osado periodista intenta salir, tal vez guareciéndose de la lluvia.
Una horda de 700 jóvenes se lanza corriendo a pleno pulmón a la conquista del único elemento importante de la plaza, la pródiga estatua de Simón Bolívar con sus máximas de gobernabilidad y palabras que mucho dijeron y poco dicen a quienes transitan todos los días para llegar a sus puestos de descargo.
Aún algunos vendedores de obleas y tres policías observan hacia el final de la calle como preguntándose por el origen del sonido; y todos los habitantes de calle del centro intentan al menos aprenderse una estrofa de las arengas para sumar su voz a una rebelión que no entienden y que los asusta.
Hoy en día gran parte de la sociedad relaciona directamente el movimiento SkinHead en Bogotá con grupos fascistas de ultra derecha que promueven los ideales de Adolf Hitler y la Alemania nazi. A pesar de existir y estar organizados (en Bogotá son conocidos como Tercera Fuerza), esta visión representa apenas una vertiente social de los cabezas rapadas, diametralmente opuesta a la profesada por los miembros de la Rash y otros movimientos SkinHead que existen en Bogotá como los S.h.a.r.p (Skinheads Against Racial Prejudice. En español, Skinheads contra los Prejuicios Raciales). Estos grupos confluyen dentro de la ciudad y mantienen una confrontación violenta calle a calle a la que las autoridades deberían prestar, con urgencia, una mayor atención de cara a evitar más muertes.
Como un soplo de viento, la multitud atraviesa enfrente de la Catedral Primada, ahora enfila baterías con sus pasos cansados hacia el Congreso de la República con palos, pañoletas, aretes, flat tops, crestas, pantalones ajustados, sudaderas Adidas, tirantes rojos, botones y tatuajes. “¡Bogotá, será, la tumba del fascismo!”, gritan.
En menos de cinco minutos, ávidos jóvenes marcan con grafitis los muros contiguos de la estatua del buen Simón con las iniciales de grupos antifascistas: Brigada Obrera, Brigada Nueva Granada, Zona Antifascista San Vicente, JU-RA, Frente Antifascista Simón Bolívar, Frente Antifascista Nicolás Neira y, por supuesto, Rash.
De la nada, un joven de chaleco negro, cresta, jeans ajustados y botas obreras sube a la estatua del libertador y en tono cariñoso pero decidido ajusta una pañoleta al rostro del prócer nacional dejando sus ojos libres para que pueda contemplar al centenar de jóvenes que lo rodean.
Un círculo de aproximadamente 80 metros se apodera entonces de la plaza apagada, a lo lejos un grupo del ESMAD espera con paciencia la resolución del evento. Mientras tanto, cada uno de los miembros de la Coordinadora entona sus cantos al son de tres bengalas rojas que se disparan alumbrando la noche. 
Dentro del círculo, siete líderes comienzan la lectura de proclamas emotivas que sin importar el tono o la fluidez del lector culminan siempre en un alborozado cuerpo de aplausos y cantos de la multitud; sólo los interrumpe un punk vagabundo sorprendido por el evento que, con lágrimas en los ojos, repite a gritos para sí mismo y para los demás: “Los amo hijueputas, qué chimba, la plaza de la juventud”.
Como parte del evento, un suave y delicado representante de la Defensoría del Pueblo (maldiciendo su suerte) recibe con manos tembleques una denuncia formal del último lector en la que el movimiento solicita al Estado investigar la financiación de los grupos de ultraderecha de la ciudad relacionándolos presuntamente con partidos políticos y las fuerzas armadas. 
La cuarta marcha antifascista termina. Sépalo o no, será el primer evento del Abril Antifascista organizado por la Rash en Bogotá. A lo largo de 30 días se realizarán actividades en diferentes partes de la ciudad como el torneo antifascista de microfútbol, un cine foro y un festival de música.
Militantes y no militantes se despiden a las 9:00 p.m. de la Plaza de Bolívar, a lo lejos se observa desnuda la estatua del buen Simón (no sabremos si fue el viento o qué pasó), no hay disturbios ni confrontación con las autoridades. En un gesto de cordialidad inusitada Alex pone una mano en el hombro del cronista (humilde servidor) y lo invita a continuar las entrevistas al son de unos tragos.
—¿En dónde? —pregunto.
—Donde nos reciban a todos —responde.