Poesía colombiana, Antología 1931 - 2011


La Antología de la Poesía Colombiana 1931-2011, corregida y aumentada, cuya primera versión estuvo a cargo de la Universidad Nacional Autónoma de México y Común Presencia Editores, sale ahora a la luz como un documento de capital importancia, por cuanto en ella se congregan voces de 70 cultores de esta alta expresión humana, florecidas en nuestro territorio durante las últimas ocho décadas, es decir a partir de la publicación de los primeros textos de Aurelio Arturo, uno de los más significativos artífices de la palabra esencial.
La Colección Los Conjurados con el apoyo del programa “Leer es mi Cuento” del Ministerio de Cultura y de la Universidad Nacional, ofrece aquí un mapa sensible realizado con los acentos de esa voz plural, con destino a todos los lectores que en diversas latitudes aún cuidan la llama de la poesía, a los estudiosos de la literatura colombiana y a los escritores y catedráticos de nuestra lengua, no solo a través de los propios versos de los creadores invitados, sino bajo la mirada crítica del profesor Fabio Jurado Valencia, quien en un extenso ensayo liminar aborda los múltiples matices y las más reconocidas tendencias estéticas surgidas en nuestro convulso país.
Aquí 7 de los poetas incluidos en la mencionada antología:

Rogelio Echavarría

A LA LLUVIA
Demonio de la lluvia –látigo de lujuria–
no rompas con tus dientes vidriosos el abrigo
del tibio pecho, lo único tibio del humilde;
no nos traigas el frío de la tan alta nube,
no persigas al perro sin puerta con tus piedras,
no rompas el pulmón del obrero que canta
siguiendo el pie descalzo de sus hijos sin cielo,
no mancilles las barbas secas del pordiosero,
no llegues hasta donde no pueden evitarte.

Deja tu voz pluvial para el cultivo de los ríos,
para la faz de las persianas donde hay dueño,
para el paraguas, que es tu flor arcaica.

Demonio-dios, que envidias y que amas
las multitudes y caes ruidoso sobre todos,
disuelve ya a Babel y permite que asome
el sol como un henchido seno de leche pródiga.



José Manuel Arango

TEXTO

La ciudad: un desierto dorado
por la luna
                        las calles
son las líneas de una mano
abierta

en algún lugar alguien lee
un libro extraño como el silencio

ese rostro, la llama móvil
que lo multiplica: los ojos
que sostienen en vilo
la plaza desierta.


Nicolás Suescún

INFANCIA
El mar, inmenso, azul,
profunda tumba de piratas y tesoros,
estaba allá muy lejos
detrás de las montañas.
Era una ausencia.
Los ríos, también, eran grandes ausentes.
Sus aguas bajo la tierra,
corrían espesas y oscuras,
arrastrando desperdicios,
y la belleza también se escondía,
rara vez salía a la calle
pero a veces se asomaba con el sol en el patio
o en los ojos del gato,
y los viajes tenían que ser imaginarios,
pobres ensueños tibios en los fríos rincones
donde empezaban los caminos,
así que todo viaje era un proyecto,
todo proyecto un viaje secreto, inconfesable,
y los potreros donde jugaba fútbol
se iban llenando de casas:
Había que caminar mucho
donde no hubiera extraños.

El camino de la escuela a la casa:
ese pobre simulacro de la Odisea.


Giovanni Quessep

GRABADO EN LA PIEDRA
Contó que era de Arabia, ese nombre de arena
que quema el lapislázuli cuando es roja la luna.
Vivía siempre al borde de los aljibes, como
si tuviese dos alas para amar el abismo.
Sacerdotisa y triste, cataba dulcemente
los salmos que entendieron los pájaros y el agua.
Una vez escribió que el tiempo es irreal,
que no es real la memoria; y, hay girasoles, dijo,
que sólo son un nombre con una brasa dentro,
que en la noche extremada vino y Aldebarán
son letras con que un ángel dice melancolías.
Sus versos los guardaba en un viejo papiro
que tiene aún los límites de un templo. Oh escritura,
bella como las torres de Córdoba y el patio
donde soñó Ben Hazm su breviario encarnado.
No pases sin decirle te amo, aunque no sepas
quien yace en las palabras de un árabe que olvidan
los jazmines nocturnos, oh doncella, oh perfecta.


Jaime García Maffla

LA POESÍA
No haces ya
Los versos, no los haces.
Tal vez la poesía
Sea sólo una forma de señal
De los atardeceres de tu alma.
Mas no compones,
Ni dices ni callas.
Tal vez por compañía
Has de tenerla o por consolación
Que es
Vana estadía la tuya en las palabras,
Como tu paso,
Si es que dejas huella.
Acaso un recuerdo o un amor o un adiós,
Pues ya no sabes
En cuál lugar de ti estás ahora.


Juan Manuel Roca

LA SOLEDAD DEL GUARDAFAROS
El guardafaros viene de la misma estirpe
Del poeta. No otra cosa hace que cuidar
Las noches, que preguntarse por la luz
Y cambiarla de curso
Para que las naves lleguen a buen puerto.
Toda luz está hecha de tiempo.
Come el guardafaros su plato de silencio
Y al mediodía cabecea
Entre albatros de alas truncas.
La soledad es su nodriza:
La he visto dándole pecho a su sombra.
En la sonora noche que despierta
Los órganos del mar o sus trombones,
Los grandes trasatlánticos encendidos
Como una ciudad entre la niebla
Parten en dos labios las aguas procelosas.
Larga soledad del guardafaros,
Ayúdame a alumbrar las palabras que quedan
Luego de los silencios del naufragio.


H. Socarrás

VITAM
El perro de  presa levanta el hocico
Y teme
Haber hallado el amor.