Dos inéditos de Carlos Castillo Quintero


Carlos Castillo Quintero (Miraflores Boyacá, 1966). Ha publicado los libros de cuento Los inmortales (2000) y Carroñera y otras ficciones perversas (2007); las antologías El placer de la brevedad / Seis escritores de minificción y un dinosaurio sentado (2005), y Pisadas en la niebla / Nuevos cuentistas boyacenses (2010); los poemarios Piel de recuerdo (1990), Burdelianas (1994), Rosa fragmentada (1995), Sin el azul del día (Premio CEAB, 2008), y Ab imo pectore (2010). Actualmente dirige el Taller de Cuento “Ciudad de Bogotá”. Los siguientes poemas pertenecen al libro inédito Y sigue brillando la Luna.


(Fragmentos del Diario de Walter Gripp)

DÍA TRES
En la entrada se presentía el primer escalón.
Comencé a descender y mis ojos se acostumbraron a la penumbra. Comprobé que la escalera parecía una escultura sin sentido, el producto inenarrable de una mente enferma.
Seguí bajando por aquella pesadilla. Escher en su tumba encendió un zippo, y sonrió.
Al final, como era de suponer, no había nada, apenas un negro profundo.
Me acurruqué y me puse a llorar. No como un niño, sino como un hombre que ve el horizonte ahogado en sus ojos.
Estuve así durante horas…
Cuando levanté el rostro noté que no era yo quien lloraba.
Ahí, al otro extremo de la sombra, estaba ella: bonita y triste, apenas cumplida su mayoría de edad ―acurrucada― llorando como una niña y con el horizonte sitiándole los ojos.
Me miró. La miré. Y juntos miramos hacia arriba, buscando la escalera: no estaba, o no la vimos, o, quizá, Maurits Cornelis Escher la estaba usando en ese momento.
Entonces, lloré de verdad.


DÍA DIECISIETE
Ahora que las madres copulan con los fantasmas de sus amorosos despojos.
(Colmena de condenados que asedian los extramuros de la ciudad)
Ahora que huyen ―mudas― con la negada embriaguez de un crimen del que no fueron capaces.
En este instante en el que los sapos adoran a Harry Houdini, con la seguridad de que estarán aquí mañana.
Ahora que es un nuevo día sobre la tierra para que aquellas desesperadas cautiven a los marinos.
En esta hora ciega, anudada con pañuelos negros.
Cuando ya no queda ni la perspectiva de un combate, y el deseo es apenas un muñeco de cuerda, va mi canción fallida:
Dime, ¿qué poema te gustaría escuchar hoy?
Recuerda que los Hathaway  «…noche a noche, sin falta, sin ningún motivo, salen de su casa y miran el cielo».