El Taller de Cuento, la voz propia de los narradores

Por Gabriel Arturo Castro
La presente selección de cuentos es un producto feliz, luego de un camino intelectual y espiritual arduo de fabricación de historias, modos de narrar, comunicación de la experiencia, lecturas y descubrimientos. Es lo que va de sospecha a la certeza, de la potencia al acto creador, un trasegar que puede hablar de paciencia, imaginación, lucidez, sacrificio, observación y testimonio. Descubrimos, por lo tanto y a través de los relatos convocados, la suma de diferencias, visibles y enriquecedoras. Cada cuento asume la comprensión de la divergencia, asumida desde cada obra, lugar a su vez de encontradas regularidades, ritmos contrarios, diversas tendencias, opuestas influencias y disímiles voces reunidas en lenguajes propios, en camino de fortalecerse cada día más. Advertimos la manera cómo el taller cualifica las concepciones, visiones y experiencias de sus participantes, respetando su propio impulso, su tacto creativo.
Todos los autores le hacen un homenaje a esa sentencia anónima que dice que “el árbol del sentido duerme en la brevedad de la semilla”, pues se hallan en el tránsito de la condensación, la contención, la síntesis y lo esencial del decir. Y Junto a lo anterior aquella impresión única, de la cual hablaba Poe, es decir, la captación y fijación del acontecimiento sugerente, inédito y estimulante, en el cual se leen ya ciertos atisbos lúcidos. Adviértase que los textos de la Antología poseen  una simiente de presión espiritual y formal, un ánimo de concisión, rigor y precisión. Encontramos en su lectura conjunta una serie de atmósferas incisivas y mordientes, sarcasmo, ironía, humor, espíritu crítico, excitación, erotismo e inteligencia. Saben los autores que la literatura es una forma de verdad interior que se hace para transmitir una experiencia, ya sea práctica, intelectual o emocional, a través del círculo mágico de la ficción.
Nada más metafísico que la ficción, y nada, a la vez, más compenetrado con la certeza, con las formas de la verdad y la experiencia. La literatura que permanece, la buena literatura (y hoy hallamos aquí seis apuestas) posee la voluntad de erigir la imaginación como una forma de vida, o en rigor, como una forma de experiencia de los hombres dentro de la historia, afianzándose como eternidad. De tal manera que todos los cuentos de la Antología El río de los cazadores, nos hacen viajar hacia zonas desconocidas, donde la ficción lucha por su capacidad de creación de otros mundos. Son seis fabulaciones que sugieren exploraciones personales y singulares cargadas de futuro. Saben los autores que la literatura supone una extensión ética y estética de la memoria del hombre, su recreación y gesto, la exteriorización escrita de su pensamiento, afectos, experiencias y de sus episodios materiales, morales y espirituales de la vida cotidiana y de la imaginación. Reafirman la íntima necesidad del diálogo y al unísono nos participan de su inteligencia creadora, gracias a su capacidad de verbalizar fantasmas, atmósferas, ambientes, ficciones donde se propone por el asombro, la sorpresa, el absurdo, el juego, la sugerencia y la evocación.
Tales premisas se cumplen a través del ejercicio de los seis cuentos de William Marìn Osorio, Carlos Vicente Sànchez, Andrès Galeano, John Agudelo y Diego Alexander Vèlez, integrantes del Taller de Escritura Creativa “La caza de la palabras”, auspiciado por RENATA, sede Pereira, bajo la dirección de John  Jairo Carvajal.
Ratifica El río de los cazadores, Antología de nuevos creadores, que el cuento es un género de permanente invención. El intento es dar alcance a la palabra fundamental, motivo de la caza, pero también llegar navegando a horizontes insospechados. Aquí asistimos a la travesía de un puñado de entusiastas hacedores de ficción, un ejemplo de vasos comunicantes entre los escritores y la tradición, la certeza, la manera de hacer palpable una caja de herramientas obtenidas en el Taller, la implementación fabricante de  nociones y  ejercicios, los secretos del artesano y del artista, el poder iluminativo de las lecturas, el compartir diario de las experiencias, la crítica y la autocrítica de los ensayos y los errores, el compromiso de una libertad alerta y responsable, la persistencia, el dominio del oficio, la búsqueda de un lenguaje personal y la fe en sí mismos.