La omnipotencia perversa de los medios


Por José Chalarca*

El mundo de los últimos veinte años vive en función de los medios. La radio, la televisión, los periódicos y las revistas se han apoderado de todo: la ciencia, el arte, la política, la vida pública, la vida privada. Nada escapa a sus infatigables tentáculos.
Hoy los avances de la ciencia no se consideran importantes por sí mismos ni su eficacia se mide por incidencias ni beneficios, sino por el tratamiento que le den los medios. Si los medios dicen que es importante y le asignan la magnitud de su trascendencia, pasan: de lo contrario no existen.
Los medios crean personas, personalidades y personajes. Los proyectan y deciden su vida y sus actuaciones a su real antojo y cuando no responden a su manejo o ejecutan una acción que ellos no programaron, entonces los medios, sin ninguna fórmula de juicio, sin ninguna consideración los despojan en público de los ropajes y las excelencias con que los engalanaron y los arrojan inmisericordes a los abismos de la proscripción y de la nada. 
Los medios han creado sus propios cuerpos de investigación e inteligencia y fiscalizan todos los tiempos y todos los espacios de quienes tienen alguna notoriedad en cualesquiera de los campos de la actividad humana que están atentos y en alerta permanente para reportar a sus patrones las contravenciones a las normas y los códigos que han impuesto y estos, a su vez, tal y como los reciben de sus informantes y sin que medie el más ligero examen, sin escuchar a la víctima, ni a la necesaria contraparte juzgan el hecho y lo lanzan a la opinión con las respectivas instrucciones para que esta apoye su condena en la picota pública.
Los casos son numerosos en el ahora muy acotado espacio del mundo. Propongo entre los más resonados y dolorosos el de la princesa Diana de Inglaterra, el de Michael Jackson y, recientemente el de la joven cantante británica Amy Winehouse.
Y Colombia no es ajena a este fenómeno con el agravante de que solo hay un periódico de circulación nacional, una sola revista de opinión de distribución generosa entre la opinión calificada, dos cadenas de radio que se pelean la sintonía, no por la calidad de sus programas sino por la truculencia informativa y dos canales de televisión con las mismas perspectivas de las cadenas radiales.
Los medios en nuestro país apuntalados en la tesis de  que la justicia está politizada y su aparato paquidérmico es inoperante, se han tomado por su cuenta la ley, su jurisprudencia y su aplicación. Tipifican las contravenciones, los delitos y las faltas, deciden las penalizaciones y las sanciones y las aplican sin que medie un juicio ni se permita al supuesto infractor echar mano de la presunción de inocencia, la aplicación de un aparato probatorio ni siquiera la presencia acción de un defensor de oficio. El culpable que señalan los medios lo es irremisiblemente y debe recibir el castigo para cuya aplicación han promovido encuestas entre algunos estratos de la opinión pública y ya.
Esta justicia mediática que echa mano de figuras públicas cuya desgracia contribuye a elevar generosamente la sintonía o el volumen de circulación se está replicando en la multitud. Ya son bastantes los casos de linchamiento de supuestos contraventores denunciados por cualquier vecino de barrio. La turba alebrestada y apoyada en la actitud de los medios la emprende entonces contra el supuesto delincuente y no solo contra él sino contra su familia y su patrimonio.
Lo ilustro con un suceso fatal que tuvo ocurrencia en fecha reciente en la ciudad de Medellín. Una niña que viajaba en el metro gritó que el hombre que venía a su lado había rozado su cuerpo. De inmediato los ocupantes del vehículo se abalanzaron sobre el acusado y lo golpearon en forma inmisericorde. Tan dura fue la golpiza que el hombre falleció apenas llegado al hospital.
Seguramente todos los que participaron en ese linchamiento se sintieron muy tranquilos porque habían actuado en defensa de una niña inocente. Nadie dijo nada. Los medios apenas registraron el hecho como uno de los muchos que ocurren en el transporte masivo y la víctima era un don nadie que tenía que utilizar ese tipo de vehículo. Tampoco la justicia oficial porque, ¿cómo determinar el integrante de la turba que propinó el golpe mortal? 

*Narrador y ensayista colombiano