Por Juan Carlos Arboleda*
A dónde te fuiste lechuza
-soberana de la noche-
confirmando mi inevitable
abandono?
Hoy, de nuevo, un día más:
el espantoso amanecer
y ese derramarse de la luz
que todo lo inunda
pariendo un mundo visible
finito y limitado
abortando de tajo
a la inconmensurable obscuridad.
¿Por qué ver se volvió sufrir?
Amanecer es nacer
-esto es-
la consecuencia de una injusticia,
la inevitable caída y degradación
de lo infinito.
Por eso el avance de la luz me produce
“el-supremo-desánimo”
la depresión constante
el hundimiento inevitable
la decepción evidente
el hermoso derrumbe
el suicidio espiritual,
que me incitan voluptuosamente,
a la búsqueda de intoxicantes
los Mándrax machacados
con éter y alcohol
la Marihuana potencializada
con vasos de aguardiente
las pepas de nembutal y diazepán
mezcladas con “perico” y un poco de “burundanga”
los hongos alucinógenos
que derogan químicamente
a ésta puta realidad
los “efluvios” neptunianos
azulosos nebulosos etéricos
que destruyen y diluyen toda forma posible
para que la puta realidad solar
aquella que impone su malparida luz
no pueda seguir existiendo.
Un sueño nebuloso, extático y profundo,
hacen imposible
el cobro de mi arriendo.
La dueña del apartamento
casi ha tumbado mi puerta golpeando
insistiendo
o ilusa soñadora
que yo le pague algún día
su pútrido alquiler.
*Cantautor colombiano