Poema de Mauricio Contreras Hernández


A continuación el poema escrito en 2010 para Amy Winehouse, por el escritor colombiano, que tanto ha poblado con su obra y su existencia, el País de los Malditos.  

And I wake up alone

(AMY WINEHOUSE)

Quiero irme de esta fiesta, Jack. 
Ya no me divierte deambular
por Camdem Town con mi guitarra.
Adentro o afuera,
en este cielo color de lejanía,
un gran resplandor me ciega.
.
Jack, necesito tus manos victorianas
que me guíen en medio de la niebla,
entre tanto azote de dios padre.
Desde los trece años
tengo miedo de despertar sola.

Siempre tengo miedo, Jack.
Me gusta lo difícil. Me dejo llevar por los excesos.
¿Por qué corres a esconderte cuando te busco,
entre calles que escurren alquitrán y humo espeso de frituras,
en el barrio chino, en cualquier bar?
¿Dónde tus manos de ojos desmesurados?

No se ocupen de mí. Esta noche no beberé.
Si quieres, tengamos una buena noche, Jack.
Quizás, algunas buenas personas
corran asustadas cuando nos vean.

Estoy sola y demasiado flaca,
harta de beber agua y de hacer dieta.
Mis tetas grandes no van con estas piernas de pajarito,
soy tan sexi como una montaña rusa.
Soy una niña pequeña
que sueña con tener una hija negra como yo.
Y no sé si aún soy yo
o un tatuaje que se adhirió a otra piel.

Tengo miedo de despertar sola, Jack,
en medio de las enfermeras locas de un poema hospitalario,
en un frío pasillo donde la luna me frota con sus gasas ulcerosas.

Soy una imbécil y un esperpento.
La vida es corta, me repiten con obstinada insistencia,
hay que ser fuerte, si no te ayudas a ti misma…

Quiero cerveza, Homero ¿o eres Jack?
Quiero McDonalds en el infierno.

El noticiero cuenta tu vida.
¿Qué hiciste esta vez, Jack?
Mejor visitemos al Dr. Jekyll
quizás acudan otros invitados.

Soy una niña ciega.
Miro mis manos y me parecen ajenas.
Palpo el silencio de dios
y nadie viene, ni siquiera tú, Jack…

Sólo la lluvia golpeando en la ventana.
Y yo acurrucada en el fondo de mi alma,
me alimento de pesadillas.
De ahí mi palidez diaria.
No es asunto de médicos siquiatras.

Soy negra y judía y británica,
de ningún lado,
o mejor aún del no lugar del mercado.
Sólo una ambulancia, su triste gemido,
acompaña mis canciones que se pierden
por infinitos pasillos de hospitales,
donde los roedores gimen
y la lujuria es la resaca de ese juego
en el que siempre pierdo.

Este viaje al fin de la noche
me  deja en una estación del metro,
como luego de un desastre,
con aquellos que quisieron seguirme,
sólo hasta las puertas del infierno,
cantando a voz en cuello mi desgracia.

Jack, quiero irme de esta fiesta.
¿Por qué se afanan en cerrar mis puertas,
en tapiar mis ojos, en atar mis manos?