Por José Chalarca
Lucian Freud, el coloso del arte figurativo de nuestro tiempo, el nieto más universal de Sigmund Freud, al término de 88 años de peregrinaje, alcanzó su plenitud en Londres el pasado 20 de Julio.
Había nacido en Berlín el 8 de diciembre de 1922 en el hogar que conformaron el hijo menor de Sigmund Freud, Ernst, -arquitecto-, y Lucía quienes en 1933, a raíz de la llegada de Adolf Hitler a la cancillería de Alemania, resolvieron emigrar a Londres en donde se instalaron en calidad de refugiados.
Lucian dejó ver su inclinación por la pintura desde la más temprana edad y a los 14 produjo ya obras de gran consistencia e inusitada madurez para sus años, su formación y su experiencia.
De él anota Bruce Bernard en un enjundioso estudio sobre su pintura:…”Freud puede considerarse como el más prodigioso artista autodidacta en la historia” y parangona su caso con Coubert y Cezanne.
La visión pictórica de Freud tiene pocos antecedentes en la historia del arte y su carrera pocas influencias; sin duda, la más fuerte es la que ejerció Francis Bacon, de quien llegó a ser amigo personal hasta que seguramente el temperamento fuerte que signaba las dos personalidades, les llevó al rompimiento.
La tarea pictórica de Freud giró alrededor de la figura humana con algunas incursiones en el reino animal y en el paisaje. Sus grandes realizaciones se dieron en el retrato, temática en la que alcanzó logros que tal vez no tienen par en la pintura de occidente.
Sus versiones de rostros apuntan a revelar no solo el ser que es del protagonista, sino el que ven los otros y el sí mismo profundo del retratado.
Freud no admite ningún afeite. Los rostros de sus hombres, sus mujeres y sus niños, son lo que son con sus arrugas, sus accidentes de piel, sus gestos, sus tics. Nada distrae su aparecer real.
Sus desnudos masculinos y femeninos no se ocupan para nada de armonías reales o artificiales logradas a base de gimnasios, estiramientos, cirugías, no. Sus modelos son los hombres corrientes con sus cuerpos a veces fofos de oficinistas u obreros; amas de casa con la huella de los embarazos, ayunos de cualquier pretensión de ajustarse a los cánones que fijan los dictadores de la moda o los jueces de los concursos de belleza.
Su pintura tiene la virtud de llagar al público con la misma naturalidad de sus modelos. Pinceladas fuertes, sin el más mínimo cuidado por suavizar o fundir para reducir el impacto de un color sobre el otro; nada de pátinas ni veladuras.
Lucian Freud ya es, su pintura ha llegado al punto máximo de lo que buscó ser y se queda allí para goce y fruición de la humanidad que venga.