Es frecuente verlo caminar por las calles de Barranquilla siempre sonriendo y fraguando una nueva broma. En esta ciudad en la que el mar y el salitre siempre han tejido secretas complicidades con la literatura, conversar con Ramón Illán Bacca es asistir a un gozoso y febril rito de juglar caribeño. Al final de la proyección de un documental sobre la vida de éste joven longevo de 72 años, dotado de tantos bríos y entusiasmos como los que suelen abundar en el esplendor de la mocedad, he visto el mohín de aceptación a este diálogo.
Se asoman en sus historias un haz de desparpajo e hilaridad. ¿Le sobra solemnidad y escasea en humor la literatura colombiana?
Veo algunas listas canónicas de novelas nuestras y me doy cuenta que he leído de ellas un número que no me permitiría hacer ese tipo de afirmaciones. Mi experiencia como lector sería la de que pocas me han despertado sonrisas. Al investigar para “Escribir en Barranquilla” encontré textos como “Asaltos” de Víctor Manuel García Herreros (muy desconocido) – o algunas páginas de García Márquez muy pero muy divertidas. Mis lecturas de Saki, Swift, Chesterton son frecuentes aunque mi inglés es precario. Después de tratar de leerlos en su original corro a confrontarlo con las traducciones. Son mis humoristas preferidos y también en castellano Cabrera Infante tiene momentos gloriosos. Nuestros autores nacionales no marcan ese puntaje.
Los rescoldos extraviados de la historia oficial y los rasgos anecdóticos de la misma, son los mojones sobre los que se erigen tus novelas. ¿Coincides con Truman Capote al acudir al chisme como principal insumo literario?
El hombre de la calle nunca está en los puntos de decisión de la historia, más bien la historia los arrolla. Mis personajes no son heroicos aunque no sé si son anti héroes. Pero si creo que el desarrollo de la pequeña anécdota es la que nutre la mayoría de la novela mundial. Lo otro es la novela de ideas donde los personajes dicen cosas importantes todo el tiempo. Algunos como Tomas Mann y muchos otros novelistas alemanes –a los cuales leí mucho en algún tiempo, en español por supuesto- son de una profundidad admirable, con comentaristas entre nosotros como Estanislao Zuleta a cuyas charlas asistí con frecuencia. Los escritos de Truman Capote, a quien mencionas como una de mis influencias, me gustan mucho, pero tengo muchas otras como la de Somerset Maugham quien se definió como “un escritor de primera entre los de segunda”. Me siento muy identificado con esa definición. Ahora ¿Qué es el chisme como elemento literario? ¿El chisme y su relación con el humor? Eso daría para un curso de literatura de por lo menos un semestre y en el que me matricularía.
Libros como Crónicas casi históricas y Escribir en Barranquilla, traslucen tu interés por la genealogía creativa de la ciudad. ¿Consideras que la revisión de la tradición vernácula es un proceso indispensable en el oficio de escritor?
“Crónicas casi históricas” es una selección de mis artículos periodísticos y de algunas crónicas en revistas. Tengo más de treinta años de estar publicando columnas de tipo cultural desde “Toque de Conticinio” en el desaparecido “Diario del Caribe “hasta “Puntos de bizca” en “El Heraldo”. Soy de esos columnistas conocidos que la gente lee por hábito. “Escribir en Barranquilla” fueron crónicas sobre el quehacer literario en la ciudad. (O sea sus tertulias, sus publicaciones, lo que lee la gente, los movimientos que se han dado, eso. No hablé de autores ni analicé libros) Escribí este libro como parte de mi vida académica y porque me ganaba una plata extra. He recibido palo pero más han sido los golpecitos animándome. Este libro es hoy por hoy una referencia obligada para entender el proceso literario de esta ciudad. No sé si la revisión de la tradición vernácula sea importante para el escritor pero escribir columnas y crónicas como se dice en el argot beisbolero “calienta el brazo”.
¿La mitificación del legendario grupo de Barranquilla, encuentra pábulos distintos a la presencia de un nobel de literatura en su conciliábulo?
El grupo de Barranquilla ha tenido estudiosos locales, nacionales, e internacionales, y ha sido materia de artículos en toda clase de revistas. Barranquilla, que según García Márquez, ningún prestigio duraba más de tres días, ha convertido el Grupo en un hito en su historia. Hay lugares como “La cueva” o el Parque Cultural como sitios de peregrinación obligada y en donde la referencia al grupo y a sus integrantes es una de sus atracciones. Las figuras de José Félix Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio y Ramón Vinyes, para citar algunos, han dado para variados estudios sobre su obra. ¿Quién niega que Fuenmayor y Cepeda, fueran unos de los mejores cuentistas en este país? Con la publicación este año de “Crónica”, el vehículo del grupo, se demuestra la alta calidad de su producción literaria. ¡Mejor que “Mito”! llegó a exclamar Jacques Gilard “el sabio occitano”. Me parece exagerada la apreciación pero también indica la sorpresa y admiración que despierta este magazín deportivo –literario hecho en una ciudad del caribe de pocas librerías y con más interés en las letras de cambio que en las literarias.
¿Es legítimo y acertado proponer categorías territoriales como la de " literatura Costeña"?
El concepto de “Literatura costeña” sirve para hacer antologías de cuentos, crónicas y selección de novelas. Hay criterios frecuentes para poner algunos nombres pero si se pregunta el por qué, ya no es tan claro. Muchos de los autores nacidos aquí viven en el interior del país o en el exterior y sus temas son múltiples. ¿Nos une el mar?¿La forma de hablar? ¿Los escenarios? Tendría que hacerse un estudio sobre esos elementos. En su libro “Novela y poder en Colombia” de Raimond L. Williams (1991) éste clasifica la novela por cuatro regiones: La andina, la costeña del Caribe, la antioqueña y la del Gran Cauca. Me he leído muchas de la lista costeña y me he preguntado si se pueden meter todas en un mismo saco. Antonio Benítez Rojo afirmaba que lo que unía a la gente del Caribe era “un modo de caminar” No sé si eso es lo que nos une.
Meira del Mar, Helena Araujo y Marvel Moreno son logradas voces que atesora el caribe. ¿Observas alguna relación entre el festivo ambiente del litoral y el surgimiento de poetas y narradoras de ese valor?
Meira Delmar, Helena Araujo y Márvel Moreno son tres escritoras de las que salvo Meira las demás han vivido y escrito en el exterior. Más aún, Márvel en su novela “En diciembre llegaban las brisas” expresó su rechazo a Barranquilla y sobre todo a su clase alta. He leído algunos cuentos de Helena Araujo y fui amigo de Meira. No diría que es festiva la obra de ellas. Y ¿festivo el costeño sumido en la miseria? Tengo dudas.
Son frecuentes los casos de una súbita atención concedida a la obra de escritores marginales y tardíos. ¿Compartes hermandad en la logia que integran Bufalino, Saramago, Conrad y otros?
Me encanta la definición que me has hecho de “Autor marginal y tardío” además de la buena compañía que me asignas. Una comentarista de mi novela “Deborah Kruel” decía que yo era un autor “minoritario” según la clasificación de un filósofo francés. No soy fuerte en teoría literaria, pero acepto que cuando escribí esa novela la peste del macondismo se había desatado y yo sin embargo y al margen de esa tendencia, escribía sobre una espía nazi en Santa Marta y su vida en un Berlín inventado por mí. Ahora con los temas de narcotráfico, guerrilla, paramilitares, sexo pre - pagado todo eso, que es el espíritu de los tiempos (con muy buenas novelas sobre el tema. “Los ejércitos” de Rosero me pareció formidable) estoy otra vez fuera. No soy prolífico y además soy viejo. Mi primera novela se publicó cuando yo tenía cincuenta y tantos años .Había escrito “Marihuana para Goering” y otros dos libros más de cuentos pero ¿Uno es tardío si no ha escrito novelas sino tan sólo cuentos? De todos modos la corriente principal de los temas que el público busca lo dan las editoriales radicadas en Bogotá. A veces aquí me da la impresión que estoy en el fondo de un pozo y que veo el mundo a través de su boca abierta. Una amiga me dice que a lo mejor eso es bueno.
Fuiste el compilador de la edición antológica de la revista Voces. ¿Qué breve semblanza nos puede legar del catalán quijotesco y visionario que fue Ramón Vinyes?
Ramón Vinyes se hizo famoso cuando García Márquez lo bautizó como “El sabio catalán” en “Cien años de soledad”. Pero en Barraquilla fue una presencia fundamental en su vida cultural famoso o no. “Voces” (1917 -1920) con sus sesenta números y con colaboraciones de catalanes, latinoamericanos, antioqueños (los Pánidas que habían recibido un baculazo) y los intelectuales locales se constituyó en la mejor revista cultural del país y una de las mejores de Latinoamérica. Vinyes, por ejemplo, tradujo el primer acto de la obra de teatro “Judith” de Hebbel y lo publicó en Voces cuando en España todavía no se había traducido este autor al castellano. Él era el alma de esta revista. Traducía, escribía notas, ensayos sobre teatro, trataba de ponernos en la hora del mundo. La publicación con pocos lectores y muy buena reputación, quebró. Vinyes se fue a Barcelona en 1925 expulsado por el gobernador “Como extranjero indeseable”. En realidad cobrándole sus artículos en un periódico de oposición. Estrenó algunas obras de teatro con escaso éxito. En 1929 regresó pero en 1931 feliz con la proclamación de la República Española se devolvió a su país. Allí estuvo trabajando en periódicos de la izquierda catalana. En 1939 salió al exilio. En París conoció a Claude Simon futuro premio nobel. Quería ir a México pero solo le salió visa para Colombia y regresó a Barranquilla. En esta ocasión fue el mentor del Grupo de Barranquilla. Les dio a conocer los nuevos autores ingleses y norteamericanos. En 1949 frente a la situación política en el país decidió regresar al suyo. Colaboró en “Crónica” y al morir en 1952 se le encontraron boletos para regresar.