La pregunta que formulara Tales hace más de dos mil años es recurrente en este libro de Marysol Carrero Necker. Lírica y reflexión conjuntadas y conjuradas para dar cuenta del misterio iniciático, del éxtasis del silencio, del tiempo como ilusión enfrentado al instante, tal vez la realidad, acaso otro sueño. Urgente actitud de quien indaga el origen, el oscuro milagro de los dioses que la poesía revela en acto de extraña comunión entre el hombre y lo sagrado, y que ante el desprestigio de aquéllos deriva en persecución, en lucha denodada entre la razón y el asombro: “Río, brebaje infinito./ ¿Dónde está el camino de los dioses que me enseñaste?”
Palabra tierna y desgarrada. Recorrido desde el abismo en donde la duda asalta en cada fuego, en la inocencia del primer atisbo, en la conciencia del ser y del estar, en la certeza del no tener, en el ancestral despojo del nacimiento: “Soy sustancia cósmica de lecho de río. / ¡Tengo lágrimas de vida y canto!”
Sigo llamando a esta luz emprende un viaje por las riesgosas orillas de la palabra interior, en perfecta vulnerabilidad de máscara desde adentro, paradoja existencial del hombre en todo tiempo y lugar, como si de este anhelo germinal dependiese el reencuentro, la culminación feliz de la tiniebla iluminada. Hay que saludar la nueva palabra de esta escritora venezolana. Certera y valiente, sabe que el “tiempo es una trampa”, que siempre nos asedia el eterno retorno, “la fosa abismal de la memoria”, “el delirio del círculo”, o lo que puede ser peor, la terrible amenaza de la salvación: “Vamos en este camino / de extraño animal / en busca de su ser!”